La guerra contra las bacterias nos ha llevado a un callejón sin salida. Nos equivocamos. Hace falta modificar nuestra relación con los microorganismos. Y podemos empezar por aquellos que viven en nuestro cuerpo y sin los que no podríamos sobrevivir.
Por cada célula de nuestro cuerpo albergamos 10 bacterias y 1.000 virus. Todos ellos cumplen funciones de intercambio benéfico con nuestro organismo. Solo en el intestino tenemos más de 100 billones de bacterias, pertenecientes a cientos o miles de especies diferentes. Y cada una de ellas tiene vida libre, aunque en conjunto forman un órgano: la microbiota intestinal, que pesa más de un kilo y medio.
Cómo nos ayudan las bacterias:
La microbiota intestinal es, junto con el hígado, el órgano más grande del cuerpo y el único que no es humano.
Gracias a la microbiota sana podemos asimilar nutrientes y prevenir todo tipo de trastornos, como los alérgicos y los autoinmunes, las infecciones, la obesidad, la diabetes, algunos tipos de cáncer, la depresión y otras alteraciones psicológicas o del comportamiento.
Sin embargo, tenemos la microbiota muy castigada por culpa de los alimentos tóxicos que ingerimos y que la destruyen, además de por todos los contaminantes ambientales que nos invaden a diario. Si la microbiota está desequilibrada, los parásitos patógenos y los agentes tóxicos no se eliminan y encuentran vía libre pueden provocar todo tipo de enfermedades.
La urgencia de reducir el uso de antibióticos
La evidencia de que el exceso de antibióticos, consumidos con o sin prescripción médica, es un mal endémico es tan obvio que nos parece sorprendente que ninguna autoridad sanitaria se atreva a decir la verdad.
¿Dónde está la culpa? ¿En la automedicación de la ciudadanía, provocada por la industria farmacéutica al vender los antibióticos sin receta? ¿En la excesiva prescripción médica de antibióticos para dolencias que no los requieren?
¿O lo está en el empleo de plaguicidas en la agricultura industrial y transgénica que operan como antibióticos y contaminan los alimentos que nos comemos? ¿En los antibióticos suministrados al ganado estabulado que luego se comen (o se beben con la leche) las personas?
Por dónde empezar
A la hora de buscar soluciones lo primero sería no consumir antibióticos innecesariamente, pero tampoco alimentos contaminados ni productos de higiene personal, cosmética y limpieza doméstica que los incluyen en su composición como un ingrediente más (por ejemplo, el triclosán que se halla en desodorantes, detergentes o pastas de dientes).
En segundo lugar, es necesario recuperar la microbiota intestinal mediante la “nutrición simbiótica”, que incluye alimentos fermentados, probióticos y prebióticos a la vez.
Esta dieta se puede reforzar con suplementos alimenticios probióticos, que lleven muchas bacterias conocidas por su capacidad regeneradora. Poco a poco podemos equilibrar y sanar nuestro microbioma agregando alimentos fermentados como el sauerkraut, kefir, kombucha y todo tipo de verduras fermentadas sin pasteurizar. Fuente: https://www.cuerpomente.com/ecologia/medio-ambiente/microbiotica-salud-planeta_2422
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